A diferencia de la contaminante industria moderna, la
biología depende casi por entero de la energía solar. Un hombre puede obtener
su energía comiéndose un filete, pero este proviene de una vaca que la obtuvo
comiendo hierba. Y la hierba, como todas las plantas, obtiene la energía del
Sol gracias a la fotosíntesis, la sutil y eficaz versión biológica de la placa
solar, y la fuente del oxígeno atmosférico que permitió la evolución de formas
complejas de vida, como el lector. Un proceso que, según la última investigación
de Sean Crowe y sus colegas de la Universidad de British Columbia, en Canadá, y
otros centros daneses, alemanes y sudafricanos, es extraordinariamente antiguo:
la Tierra tiene 4.500 millones de años, y la oxigenación de la atmósfera ya
estaba en marcha hace 3.000 millones, no mucho después de las primeras formas
de vida conocidas en el planeta.
El esquema dominante es que la atmósfera careció de
oxígeno –o al menos tenía menos de una cienmilésima de la concentración actual—
durante la primera mitad de la historia de la Tierra; y que el llamado Gran
Evento de Oxidación, el primer incremento relevante del nivel de oxígeno,
ocurrió por tanto hace 2.300 millones de años. Los biólogos tienden a datar por
esas fechas el origen de la primera célula moderna –la célula eucariota de la
que estamos hechos todos los animales y las plantas—, aunque sus técnicas de
datación genética no son muy precisas a esas grandes escalas.
Para examinar el pasado remoto de la atmósfera, Crowe y
sus colegas han utilizado dos formaciones geológicas que rondan los 3.000
millones de antigüedad, las de Nsuze e Ijzermyn en el supergrupo de Pongola, en
Sudáfrica. Y han examinado la distribución de isótopos (los distintos sabores
en que viene cada elemento químico) de cromo y otros metales sensibles a las
condiciones de oxidación, y por tanto al nivel de oxígeno atmosférico de la época.
Los resultados que presentan en Nature revelan un
“extensivo desgaste por oxidación” en las rocas de aquella era remota. Y
deducen que las inventoras de la tecnología fotovoltaica, las bacterias
fotosintéticas, que se alimentan de energía solar y liberan oxígeno, ya estaban
funcionando hace 3.000 millones de años. Eso es 600 millones de años antes del
Gran Evento de Oxidación. A la hora de corregir las dataciones de sus colegas,
no hay quien supere a un geólogo.
Los autores discuten la posibilidad de que el oxígeno que
han observado en la atmósfera remota pudiera haber sido producido de forma
abiótica (no biológica) a través de reacciones fotoquímicas. Pero sus números
parecen descartarla, porque los niveles de oxígeno que han calculado están
órdenes de magnitud por encima de la modesta capacidad de esos procesos. “Esto
implicaría que las bacterias fotosintéticas habían evolucionado ya entonces”,
sostiene Crowe, “lo que indica que la fotosíntesis tiene una historia mucho más
remota de lo que se suponía.
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