sábado, 26 de octubre de 2013

Detectan la primera luz emitida por el Big Bang


Detectan la primera luz emitida por el Big Bang
Fotones de radiación de fondo desviados por la lente gravitatoria
Detectan la primera luz emitida por el Big Bang
Mapa de radiación cósmica de fondo
Si contáramos con un instrumento lo suficientemente fino como para escudriñar el universo a una distancia de 13.800 millones de años luz, observaríamos lo que ocurrió hace 13.800 millones de años. Y lo que sucedió por aquellas fechas fue el Big Bang, el nacimiento del universo.
La hipótesis que manejan los astrofísicos dice que una fracción de segundo después de aquella colosal explosión, el universo se expandió rápidamente en un proceso conocido como inflación. Por entonces, el universo estaba en un estado de plasma tan caliente que la luz no podía atravesarlo. Unos 380.000 años más tarde, el cosmos se enfrió lo suficiente como para hacerse transparente y permitir el paso de la luz. Aquella primera luz imprimió en el cielo un retrato del universo conocida como radiación cósmica de fondo.
Esta especie de señal de televisión ha podido recogerse en los últimos años gracias a los sofisticados instrumentos de las sondas WMAP de la NASA y Planck de la ESA. Ambos satélites han completado el mapa del cosmos naciente en el que se pueden apreciar diminutas fluctuaciones sobre su temperatura base, inferior a 270 grados bajo cero. Estas regiones corresponden a áreas de distinta densidad, en las que los científicos reconocen las semillas que luego dieron lugar a estrellas y galaxias.
Pero la radiación de fondo, considerada una de las principales pruebas de que existió un Big Bang, no es el final del camino, sino una puerta que aún guarda muchas incógnitas. En 2002 se demostró que una pequeña parte de la radiación, menos de un 10%, está polarizada, una propiedad de las ondas electromagnéticas que presentan una cierta ordenación geométrica. La radiación de fondo no solo presenta fluctuaciones de temperatura, sino también de polarización; estas últimas se consideran una prueba de la inflación, ya que reflejan la dispersión de la radiación debida a la energía del Big Bang.
Esta polarización recibe el nombre de modos E. Pero de ella, una pequeña parte aún más residual sufre un segundo tipo de polarización, llamada modos B. Estos se deben a un efecto llamado de lente gravitatoria. Cuando la lente gravitatoria distorsiona los fotones polarizados de la radiación de fondo, transforma parte de los modos E en modos B. Así, los modos B pueden ofrecer información esencial sobre la distribución de la materia que provoca este efecto de lente.
Los modos B son más difíciles de detectar porque su señal es más débil: las fluctuaciones son del orden de uno entre diez millones. Pero gracias a los avances en los instrumentos de observación, se ha conseguido por fin demostrar estos modos B.
La principal implicación del hallazgo: la detección de esta pequeña señal de modos B por lente gravitatoria es un hito importante hacia la medición de otro tipo de modos B más esquivos, creados durante la inflación del Big Bang. Estos modos B se produjeron debido a las ondas gravitatorias generadas por las violentas colisiones de la materia, y entre esta y la energía, durante el rápido proceso de inflación. Estos son aún más difíciles de detectar que los ocasionados por lente gravitatoria, pero el hallazgo de estos últimos demuestra que es posible registrarlos. Ahora, los cosmólogos especulan si estos esquivos modos B creados en el primer segundo de existencia del universo podrían aparecer en los nuevos resultados del telescopio espacial Planck que se conocerán en 2014. De ser así, no solo se confirmaría la hipótesis de la inflación, sino que estaríamos más cerca que nunca del origen del universo.

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