Un equipo de investigadores del Departamento de
Meteorología de la Universidad de Reading, en el Reino Unido, ha hallado que
las partículas muy energéticas que emanan de nuestra estrella pueden estar
relacionadas con la formación de las tormentas en la Tierra y originar algunos
de los relámpagos que observamos cuando estas tienen lugar.
En un artículo
publicado la revista Environmental Research Letters, estos científicos indican
que el número de rayos y su magnitud aumentan notablemente después de que nuestro
planeta es alcanzado por el viento solar. Así parece demostrarlo un detallado
estudio de la evolución de las tormentas en Europa durante los 40 días que
suceden a uno de estos fenómenos. El mecanismo que lo causa no está claro. No
obstante, y aunque el campo magnético terrestre suele desviar las partículas
cargadas, los expertos plantean que, en ciertas ocasiones, cuando estas
colisionan con la atmósfera, las propiedades eléctricas del aire se ven
alteradas de algún modo.
“Sabemos que el
Sol rota cada 27 días, por lo que nuestro planeta recibe un baño de estas
partículas con cierta regularidad”, señala Chris Scott, profesor de Física
espacial y atmosférica, que ha coordinado la investigación. La evolución de
estas emanaciones son estudiadas por distintos satélites. “De este modo, esta
información podría utilizarse para mejorar las predicciones meteorológicas,
incluso a largo plazo”, indica.
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