Unos científicos de la NASA han sacado a la luz algunos
de los entresijos del funcionamiento interno del gran agujero de la capa de
ozono que anualmente se forma sobre la Antártida. Entre los hallazgos, destaca
el de que la disminución de los de los clorofluorocarbonos (CFCs) en la
estratosfera lograda con el Protocolo de Montreal, el primer tratado
internacional de la historia en regular agentes contaminantes, no ha causado
todavía una recuperación clara de la capa de ozono en la región del agujero.
Más de 20 años después de que dicho Protocolo de Montreal
limitase las emisiones humanas de las sustancias que disminuyen la presencia de
ozono en la estratosfera, las inspecciones de la zona del agujero de la capa de
ozono efectuado por satélites han mostrado que, esencialmente, se ha
estabilizado, dejando de adoptar tamaños cada vez mayores. Sin embargo, dos
nuevos estudios muestran que aún no hay signos claros de recuperación.
La presencia de agujeros ocupando áreas más pequeñas, y
la existencia de una cantidad total de ozono más grande, no necesariamente son
evidencias de recuperación atribuibles a la disminución del agente químico
culpable, tal como argumenta Susan Strahan, del equipo de investigación, y
científica del Centro Goddard de Vuelos Espaciales de la NASA en Greenbelt.
Para averiguar lo que ha estado sucediendo dentro del
agujero de ozono, Strahan y Natalya Kramarova, también del Centro Goddard, se
valieron de datos obtenidos por satélites para así asomarse al interior del
agujero.
La representación del agujero en la capa de ozono, visto
a gran distancia desde arriba, como ésta que lo muestra en octubre de 2013, es
una manera de ver la evolución del agujero de año en año. Sin embargo, las
mediciones clásicas, en su forma común de representarlas e interpretarlas,
tienen limitaciones. (Imagen: NASA / Ozone Hole Watch)
Un análisis minucioso del agujero de 2012 en la capa de
ozono ha revelado que fue más complejo de lo creído anteriormente. El ozono
aumentó en altitudes superiores a principios de octubre, arrastrado hacia allí
por los vientos, ocultando la destrucción del ozono en la estratósfera baja.
El nuevo estudio muestra que las mediciones clásicas
basadas en los valores totales de ozono tienen limitaciones y no pueden revelar
la situación en su totalidad.
Una de las conclusiones que se desprenden de esta
investigación es que la recuperación de la capa de ozono tras el Protocolo de
Montreal es más lenta de lo que parecía. Se trata de un ejemplo claro de que
hay que actuar con mucha antelación para evitar los efectos nocivos de
trastornos medioambientales. No se puede caer en la inacción y limitarse a
actuar cuando la situación esté cerca de un desastre, porque para entonces ya
será demasiado tarde aunque se apliquen medidas contundentes.
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