Dragón dormido. El temor que evoca la fiera frente a la
serenidad que sugiere el sueño profundo. Mei long: dos sentimientos
contrapuestos para lograr ese equilibrio característico de la cultura china.
¿Se puede describir un fósil de modo más preciso con sólo siete letras? ¿Puede
haber un nombre más musical para un dinosaurio?
Mei long es un fósil sensacional. Se trata de un
troodóntido encontrado en el Cretácico Inferior de la provincia china de
Liaoning, que a su bellísimo nombre añade la no menos fascinante característica
de mostrarnos algo que va mucho más allá de su anatomía o de su parentesco con
las aves. La paleontología trata de descifrar cualquier aspecto relacionado con
la vida pretérita y su imagen más popular consiste en identificar a los paleontólogos
con "modernos adanes" dedicados a dar nombres a los seres vivos que
encuentran fosilizados, una vez comprueban que nadie antes lo había hecho.
Pero los fósiles nos sorprenden porque encierran mucha
más información codificada que la de su propia identidad. Y Mei no sólo exhibe
impúdicamente todos sus rasgos corporales. También ha conservado durante mucho
más de cien millones de años su alma, su comportamiento. Murió acurrucado, en una
postura típica de las aves actuales, con la cabecita escondida entre el cuerpo
y una de sus patas delanteras, tal vez buscando protección ante una avalancha
de cenizas volcánicas.
No hace mucho, Xing Xu, el paleontólogo que estudió y dio
nombre a éste y a otros muchos dinosaurios, me invitaba en su despacho tanto a
un té tradicional como a una clase de paleontología cuando me enseñó a Mei. No
me pude resistir a pedirle que me inmortalizase con el dinosaurio de mis
sueños. Esa simple imagen que ahora ilustra mi presentación personal en esta
primera entrega paleontológica sirve incluso para introducir aspectos cruciales
del mundo de los dinosaurios.
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