Cada vez más ciclistas, gimnastas, futbolistas y otros
deportistas de secano completan sus entrenamientos con sesiones en el agua.
Profesionales y aficionados practican ejercicios en el medio acuático para
alcanzar el santo grial del atleta: maximizar el rendimiento y minimizar el
riesgo de sufrir lesiones. Antes de describir los beneficios concretos de esta
práctica conviene detenerse en el denominado principio de la variedad de
estímulos, una de las teorías básicas de la preparación deportiva. Mejorar nuestra
forma física exige aplicar las cargas adecuadas de entrenamiento al cuerpo,
estresarlo y someterlo a una fatiga –sin agotarlo– que lo obligue a adaptarse
de la única manera posible, para incrementar su rendimiento. Sin embargo,
nuestro organismo se amolda rápidamente a ello, y necesita estímulos nuevos
para progresar. Aquí es donde entra el agua, un medio extraño para el cuerpo,
al que este responde desarrollando adaptaciones diferentes que lo fortalecen.
Además, la monotonía perjudica a la motivación. Por eso, los entrenamientos en
el agua, ajustados a cada especialidad deportiva, ayudan a diversificar los
ejercicios, con un resultado positivo para la forma física y mental.

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