Los hombres que empezaron a fumar regularmente antes de
los 11 años de edad tuvieron hijos que, en promedio, poseyeron entre 5 y 10
kilogramos más de grasa corporal que sus compañeros de la misma edad cuando
alcanzaron la adolescencia.
Dado que se tuvo en cuenta el índice de masa corporal de
todos esos hombres, así como muchos otros factores que hubieran podido influir
en la cantidad de grasa de sus hijos, esa cifra de grasa extra de entre 5 y 10
kilos podría indicar que la exposición al tabaco antes del inicio de la
pubertad es capaz de provocar alteraciones que luego, al engendrar un hijo,
pueden repercutir en éste, en forma de cambios metabólicos.
El efecto, aunque presente también en las hijas, no fue
tan acentuado como en los hijos.
El efecto no se apreció en los hijos de hombres que
empezaron a fumar después de los 11 años de edad, lo que sugiere que el período
previo al inicio de la pubertad es particularmente sensible ante exposiciones
ambientales como la del humo del cigarrillo.
Cuando se les examinó a las edades de 13, 15 y 17 años,
los hijos de los hombres que fumaban regularmente desde antes de los 11 años
tenían los índices de masa corporal más altos en cada momento, en comparación
con los de los hijos de hombres que habían empezado a fumar más tarde o que
nunca lo habían hecho. Concretamente, estos chicos tenían niveles de grasa
claramente más altos, con la cantidad citada de entre 5 y 10 kilogramos de más,
como se constató mediante escaneos de cuerpo entero, desde los 13 a los 17 años
de edad.
El descubrimiento de este efecto transgeneracional podría
ayudar a explicar el actual crecimiento de la obesidad en la población de
muchas naciones industrializadas, y contribuir a poner en práctica medidas
preventivas más eficaces.
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