Un hombre trata de describir cómo era el perro que acaba
de atacarle hace apenas dos horas. Una mandíbula monstruosa y un collar con el
nombre “T-Rex” grabado en él son los únicos recuerdos que ha conservado del
encontronazo. ¿Por qué solo se fijan en la memoria ciertos detalles y en cambio
se olvida la mancha en la pata izquierda que tenía ese bulldog francés?
Científicos del Instituto Salk (San Diego, EE UU) han
publicado un estudio en la revista Neuron que revela por qué solo se recuerdan
con solidez ciertos detalles dentro de las dos horas posteriores a un evento.
Para ello, los investigadores han diseñado un programa
informático capaz de integrar experiencias que suceden en un lapso de tiempo de
entre una y dos horas. “Los modelos anteriores se basaban en patrones de
actividad rápidos”, señala Terry Sejnowski, uno de los autores.
“Nuestro trabajo explica los mecanismos biológicos por
los cuales ciertos recuerdos se consolidan mientras que otros se olvidan,
incluso si ambos son cercanos en el tiempo”, indica a Sinc Cian O’Donnell,
principal autor del estudio. “Ya se sabía que la ventana temporal es importante
en la formación de recuerdos. Lo que hemos indagado es cómo el contenido de un
suceso también determina si se grabará o no”, explica.
Ante un evento ocasional, como el ataque del temible
perro T-Rex, las células activas del cerebro fabrican rápidamente ciertas
proteínas para crear nuevos recuerdos. Algunas de estas proteínas permanecen
durante horas en neuronas concretas del cerebro antes de romperse.
Según revela el nuevo modelo computacional, los recuerdos
se consolidan únicamente cuando una nueva experiencia vuelve a activar las
mismas neuronas que ya habían sido excitadas por otro suceso anterior.
Los científicos de Salk indican que la posición de estas
proteínas en neuronas específicas y en sus áreas circundantes predice qué
recuerdos se van a conservar. Este patrón espacial les ha permitido crear una
función matemática que predice si un recuerdo se grabará o no dependiendo del
momento y el lugar de la superposición.
Según los investigadores, se trata de una herramienta
útil en la investigación de trastornos como el párkinson, el alzhéimer y el
estrés postraumático.
Para crear la herramienta, el equipo estadounidense ha
incorporado datos de estudios procedentes de observaciones moleculares y de
sistema responsables del funcionamiento de este tipo de memoria.
“Nuestro modelo nace de la fusión de numerosos estudios
internacionales publicados que analizaron los procesos cerebrales encargados
del aprendizaje y de la memoria en invertebrados, roedores y humanos”, aclara
O’Donnell.
Además, los autores afirman que este nuevo modelo es una
hoja de ruta para entender cómo se escogen y procesan los recuerdos durante el
sueño.
“El consenso general es que algunos recuerdos se
fortalecen durante el no-REM –etapa donde se duerme sin soñar– al reactivar las
neuronas involucradas en el evento primario”, explica O’Donnell.
Así, los investigadores sostienen que los acontecimientos
importantes del día a día se trasladan desde el lugar de almacenamiento
temporal en el hipocampo hasta la corteza cerebral donde se encuentra la
memoria a largo plazo.“Por el contrario, la importancia de la actividad
cerebral durante el REM no se conoce del todo. Nuestro estudio sostiene que
durante esta etapa el cerebro se encarga de generalizar el conocimiento
aprendido, es decir, retiene los elementos o conceptos que singularizan el
suceso original”.
En resumen: “Al dormir reorganizamos la memoria, se
fortalecen algunos recuerdos y se pierden los más superfluos”, concluye
O’Donnell.
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