Quien más quien menos siente en determinadas situaciones
lo que los expertos llaman ansiedad social o ansiedad interpersonal: cuando
vamos a un sarao y no conocemos a nadie, ese día que tenemos que exponer
nuestro punto de vista ante los compañeros de trabajo, cuando recibimos una
visita inesperada…
Un grupo de
investigadores latinoamericanos ha intentado averiguar si tal tensión es
sentida de igual manera por los hombres y las mujeres, y para ello ha realizado
una macroencuesta a 31.000 personas de distintas edades, con una media de 25
años.
Los voluntarios
tenían que puntuar su mayor o menor incomodidad ante los siguientes escenarios:
relacionarse con extraños, tratar con individuos del sexo opuesto, hablar en
público, expresar a alguien nuestras discrepancias, recibir críticas, hablar
con gente superior a nosotros en el escalafón social o profesional, beber en
público, trabajar en grupo, trabajar mientras estamos siendo observados y
acudir a una fiesta.
La primera
conclusión, como los investigadores explican en la revista Personality and
Individual Differences, es que nada nos estresa más –al margen de los géneros–
que ser reprendidos por alguien. Pero la brecha entre la sensibilidad masculina
y femenina se aprecia sobre todo en el segundo supuesto más votado: el de
mantener una conversación con alguien del sexo opuesto. Las mujeres, según
admitían las encuestadas, lo pasan entonces bastante peor que los hombres.
La explicación
podría encontrarse en el tradicional rol de pasividad impuesto por la sociedad
a las féminas. Además, se trata de una apreciación subjetiva de quienes
participaron en la investigación, no de diferencias reales medidas durante la
interacción, por lo que puede pesar la imagen distorsionada que tenemos de
nosotros mismos en esas situaciones.
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