Cuando aprendemos a leer nuestro cerebro cambia. Los
recientes avances en neurociencia han demostrado que la adquisición de la
lectoescritura produce cambios en diversas áreas del cerebro, tanto en la
estructura como en la función.
Los cambios principales son sin duda aquellos que se
refieren directamente a la conducta lectora y al modo en el que el cerebro
procesa la información ortográfica, pero curiosamente las consecuencias
derivadas de aprender a leer se extienden también a otros aspectos de la
percepción humana.
En este sentido han avanzado los investigadores del
Basque Center on Cognition, Brain and Language (BCBL), que han analizado cómo
la adquisición de la lectura cambia las capacidades perceptivas de los seres
humanos. Los resultados han sido publicados en la revista.
Los lectores muestran un patrón de comportamiento muy
peculiar que hace que por un lado identifiquen perfectamente las diferencias
entre palabras que se parecen en su ortografía, mientras que por otro lado
pasan por alto alteraciones importantes en el orden de las letras, pudiendo
leer de manera bastante fluida frases como “En el retsaurante pedimos un posrte
de cholocate fantátsico”.
Tal y como explica Jon Andoni Duñabeitia, científico del
BCBL, somos capaces de leer cadenas de letras con alteraciones en la posición
original de las letras a causa del “alto nivel de flexibilidad en la
codificación del orden y de la identidad de las letras que todo lector experto
tiene, lo que le permite leer de manera rápida sin centrar constantemente la
atención en cada una de las letras que forman cada una de las palabras”.
Hasta ahora, los científicos pensaban que esta capacidad
se debía a lo que la neurociencia llamaba ‘un sistema visual parcialmente
ruidoso’. Es decir, se atribuía el origen de esta flexibilidad a que las
personas somos capaces de identificar un objeto complejo, por ejemplo una casa,
sin necesidad de identificar individualmente cada uno de sus atributos, y a que
la información posicional no se percibe de manera precisa por el sistema
visual.
De acuerdo con esta teoría, cualquier persona, sepa leer
o no, debería experimentar un alto nivel de confusión entre las series de
letras ‘XPTV’ y ‘XTPV’, dada la flexibilidad del sistema visual general en la
percepción y codificación del orden concreto de los elementos de una secuencia.
Para desmontar esta tesis, Duñabeitia y su grupo del BCBL
diseñaron una serie de pruebas conductuales a las que se sometieron un grupo de
19 adultos analfabetos y otro grupo de 19 adultos alfabetizados pertenecientes
a los mismos estratos de edad y ámbito socioeconómico. A causa de la práctica
ausencia de analfabetos en el ámbito cercano, para poder desarrollar estas
pruebas, el equipo realizó las pruebas en México.
A los participantes se les pedía que indicasen si dos
cadenas de letras o de símbolos eran iguales o diferentes. Algunas de las
cadenas diferentes incluían transposiciones (letras cambiadas de orden). Las
personas voluntarias analfabetas no mostraron absolutamente ningún efecto de
confusión por transposición.
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