A través de ciertos estudios con animales y observaciones
clínicas se sabe que la memoria y la capacidad de aprender son aspectos de
nuestro funcionamiento cerebral que pueden verse afectados por el estrés agudo
y el crónico.
Sin embargo, cómo
se relacionan estrés y cognición con el paso del tiempo no ha sido ampliamente
estudiado, y menos en estudios poblacionales.
Éste ha sido uno de los objetivos del Chicago Health and
Agin Proyect, cuyos resultados han sido publicados recientemente en
Psychosomatic Medicine (2014). Neelum Aggarwal y otros investigadores nos
cuentan los datos obtenidos tras hacer un seguimiento a más de 6200 personas
mayores (65 años o más) de raza negra y caucásica.
Concretamente, a
cada participante se le realizaron entre 2 y 5 evaluaciones a lo largo de una
media de casi siete años. Se midieron variables sociodemográficas (como el
estado civil, por ejemplo), comportamientos saludables, su historial de salud y
enfermedad, y se tomaron diversas medidas psicológicas y se aplicaron varios
test cognitivos.
Se les pasó,
además, una escala de seis preguntas para evaluar su grado de estrés percibido. Los datos encontraron que un mayor nivel de
estrés percibido se asoció con menores puntuaciones en la evaluación cognitiva
inicial, y también con una tasa de declive cognitivo más rápida durante los
seguimientos.
Esta vinculación
entre mayor estrés percibido y mayor declive cognitivo se encontró
independientemente de hábitos como fumar, de la presencia de otras enfermedades
crónicas, de los niveles de presión arterial, la edad o el nivel educativo.
Se pone así de manifiesto la necesidad de aprender a
controlar nuestros niveles de estrés. Ya hay estudios que muestran los
beneficios de técnicas como la relajación y la meditación… y cuanto antes se
pongan en marcha, mejor.
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