En la tranquilidad de las llanuras afganas, un zumbido
pone en alerta a la población. Es el sonido que precede a un breve pero intenso
ataque inminente de un avión no tripulado. Una ofensiva selectiva, precisa y
sin riesgos humanos para la potencia que la efectúa, en este caso, EE UU.
Estos vehículos conocidos como drones, palabra inglesa
que significa abejorros o zánganos por su ruido característico, se
desarrollaron, como tantos grandes avances de la tecnología actual, gracias a
la investigación militar durante 50 años. Pero en los comienzos del siglo XXI,
aviones y helicópteros dirigidos por control remoto (RPAS, por sus siglas en
inglés) y vehículos aéreos no tripulados (UAV) se están despojando de su
uniforme de campaña para implantarse en el ámbito civil con usos bien
distintos.
“Los drones no son solo esos cacharros que andan por el
cielo y tiran bombas en Afganistán. Pueden hacer muchas cosas, lo que tú les
digas, porque son las personas quienes los manejan”, describe a Sinc Jorge
Boudet, vicepresidente de la Asociación de Drones, Robótica e Ingeniería del
Pirineo.
Esta transferencia de la tecnología militar hacia usos
civiles ha abierto un nuevo horizonte de posibilidades para el sector
aeronáutico, que van desde nuevas herramientas para el control de cultivos,
incendios y equipamientos industriales hasta sistemas de reconocimiento de
personas o artefactos en acciones de seguridad y rescate.
Los drones pueden ser desde vehículos de menos de 900
gramos hasta aviones o multirrotores de cualquier tamaño en los que bastaría
con instalar un sistema de pilotaje remoto. Según su envergadura tienen
distintos tiempos de autonomía, funcionalidades y capacidad de carga.
Entre los sectores que más rápidamente están explotando
las posibilidades de estos vehículos destaca la producción de vídeo para cine y
publicidad. “Más de veinte películas que se han estrenado en los últimos dos
años en España tenían algún tipo de imagen aérea o plano realizado con drones”,
asegura Dominique.
Pero sus posibilidades son innumerables: sirven para
evaluar el estado de cultivos, parques eólicos, huertos solares o tendido
eléctrico; y también para realizar trabajos de topografía, alzamientos de
terreno y ortofotos, que combinan la fotografía aérea con la precisión de un
plano.
El Grupo de Homicidios de la Jefatura de Policía Nacional
en Zaragoza utilizó uno de estos vehículos para facilitar la búsqueda de Víctor
da Silva, el joven que desapareció el día de Año Nuevo de 2014 en la capital
aragonesa. “Hemos hecho también algún otro trabajo más para el departamento de
homicidios de Zaragoza, pero continúan bajo secreto de sumario”, dice Santiago
Cuesta, uno de los responsables de SRF Profesional, la empresa que efectúo el
vuelo de batida de búsqueda del joven con pilotos de la Asociación de Drones, Robótica e Ingeniería
del Pirineo.
La rapidez, ligereza y destreza de estas aeronaves les
permite acceder a zonas inseguras en situaciones complicadas. Por eso son
ideales en rescates, controles de perímetro de vehículos sospechosos, rastreos
de edificios, avanzadillas de convoyes o incluso en aludes de nieve. “Con un
dron dotado de una cámara infrarroja podemos registrar una ladera en cinco
minutos, mientras que un grupo de personas puede tardar hasta cinco horas”,
subraya Jorge Boudet, quien también es piloto de este tipo de vehículos.Gracias
al bajo coste de estas aeronaves, un equipo liderado por el CSIC ha
desarrollado un sistema para vigilar desde el aire la caza furtiva de los
rinocerontes africanos. Sus aviones no tripulados están equipados con cámaras
de foto y vídeo de alta resolución y visión nocturna.
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