Esta misma semana, un equipo de científicos dirigido por
el Centro Harvard-Smithsonian para la Astrofísica anunciaba que un telescopio
en el Polo Sur (BICEP2) ha encontrado las llamadas ondas gravitacionales, las
deformaciones en el espacio-tiempo provocadas por el Big Bang y que suponen la
evidencia más fuerte de que el Universo se expandió exponencialmente en una
fracción de segundo tras la gran explosión, hace 13.800 millones de años.
Cosmólogos, físicos y astrofísicos han celebrado la detección, hasta el punto
de que algunos de ellos lo consideran el «descubrimiento del siglo XXI». Es el
máximo acercamiento nunca realizado al tiempo cero, cuando el Cosmos tenía el
tamaño de una pelota de tenis. Pero las implicaciones de este hallazgo no se
quedan ahí, algunos teóricos creen que puede ser la puerta al multiverso, es
decir, a la posibilidad de que nuestro Universo no sea el único que existe,
sino que varios floten como burbujas en una olla al fuego.
La teoría del multiverso postula que, cuando el Universo
creció de manera exponencial en menos de un abrir y cerrar de ojos tras el Big
Bang, algunas partes del espacio-tiempo se expandieron más rápidamente que
otras, lo que podría haber creado una especie de burbujas que albergarían sus
propios universos. Estos «compañeros» podrían tener leyes físicas y constantes
fundamentales diferentes a las que conocemos, incluso muy extravagantes, como
más dimensiones o la ausencia de átomos, por ejemplo.
Alan Guth, el primero en lanzar formalmente la idea de la
inflación en 1979 y actualmente profesor en el Instituto Tecnológico de
Massachusetts (MIT), es partidario de esta idea. «Es difícil construir modelos
de inflación que no conduzcan a un multiverso», concluye.
Los nuevos hallazgos permitirán ahondar en un campo del
que, por el momento, no se tiene ninguna certeza y que es sumamente
controvertido. No son pocos los astrofísicos que rechazan de plano esta
posibilidad. Lo cierto es que, por el momento, nadie ha podido confirmar que
nuestro Universo no está solo. Los físicos buscan señales en la radiación del
fondo de microondas cósmico, la reliquia de la radiación térmica Big Bang, que
podrían proporcionar la evidencia de colisiones entre otros universos y el
nuestro.
El problema es que, hasta ahora, no ha existido una forma
de buscar de manera eficiente esas señales, que fácilmente podrían confundirse
con ruido, una marca aleatoria fruto del azar. Posiblemente, nuevos
descubrimientos y el trabajo del telescopio espacial Planck de la Agencia
Espacial Europea (ESA), que consiguió elaborar el mapa de la radiación del Big
Bang, puedan ayudar a resolver el misterio.
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