sábado, 15 de marzo de 2014

Elegidos para nacer

El 5 de marzo de 1972, un titular de The New York Times afirmaba ‘Se hace realidad el mito de Frankenstein’. El artículo al que servía de encabezado no tenía nada que ver con la novela de Mary Shelley. La segunda parte de la sentencia era aún más inquietante: “Ya disponemos del espantoso conocimiento necesario para fabricar copias exactas de seres humanos”. Y a su lado, una foto de un Hitler con expresión amenazadora servía de colofón a la pieza.
El “espantoso conocimiento” al que se refería el periódico se había plasmado hacía tres años en la revista Nature con el título ‘Primeras etapas de la fertilización in vitro de ovocitos humanos madurados in vitro”. El estudio, firmado por los investigadores Robert Edwards, Barry Bavister y Patrick Steptoe, era el primero en confirmar que la creación de un embrión fuera del útero materno no solo era posible en el mundo feliz ideado por Aldous Huxley.
En julio de 1978, casi diez años después de la publicación del polémico artículo en Nature, Steptoe aseguraba que no era “el principio del fin, solo el fin del principio” durante la rueda de prensa ofrecida tras el nacimiento de Louise Brown, la primera niña concebida por reproducción asistida.
Pero la controversia ha llegado a nuestros días, cuando la prestigiosa revista Science ha publicado un artículo que habla de cómo la tecnología ha superado a la ética en el posible diseño de un bebé.
louise_brown_2
Loise Brown, la primera niña concebida por reproducción asistida.
Aunque el caso de Louise Brown demostró que el objetivo de la fecundación in vitro (FIV) no tiene nada que ver con fabricar niños en cadena, el procedimiento tal y como se realiza hoy en día continúa requiriendo la producción de varios embriones, más de los que posteriormente se implantarán en el útero de la futura madre.
Junto con el estudio morfológico, se aplican en muchas ocasiones técnicas de análisis genético, también utilizadas para detectar en el ADN anomalías asociadas a alteraciones como los síndromes de Down y Turner. Una de las más utilizadas es el diagnóstico genético preimplantacional (DGP).
“Se ha avanzado bastante en cuanto al análisis genético –explica De los Santos–. Antes solo podíamos obtener datos sobre un número muy concreto de cromosomas, ahora somos capaces de ver todos los pares”.
El procedimiento resulta especialmente útil en el caso de mujeres con abortos recurrentes o de edad avanzada. “Ahora las mujeres estamos posponiendo cada vez más la maternidad –comenta la médica–. Para entonces, aunque puedan mostrar un aspecto adecuado, muchos embriones pueden resultar cromosómicamente anormales”.
El análisis genético adicional en los embriones “aumenta entre 3.000 y 4.000 euros el precio de un ciclo”, señala de los Santos. Pero estas técnicas aún tienen muchas restricciones.
 “Está prohibido en ciertos países, es caro e invasivo –admite Campbell–. Con el tiempo será más rápido y barato, pero siempre habrá pacientes y médicos que prefieran evitar la extracción de células del embrión”.
En Europa existen diferencias en la legislación que se aplica a los tratamientos de reproducción asistida. “En Italia antes no se permitía el diagnóstico genético preimplantatorio, ahora ya sí. En otro sitios como Suiza o Alemania no se permite que los embriones se desarrollen en el laboratorio ocho días, como en España”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario